
Morderse
las patas, comerse las uñas y desobedecer a sus amos son síntomas inequívocos
de variación en la conducta de perros y gatos. Los antidepresivos y las
terapias con sus dueños pueden ayudar a solucionar el trastorno. La
relación que tenemos con nuestras mascotas nos llena de alegría y compañía,
pero pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre lo que significamos para
ellos.
Aunque
parezca increíble los animales también pueden sufrir depresión, ya sea por
componentes genéticos o por factores ambientales que determinan que nuestra
mascota caiga en un estado depresivo que debe ser tratado con la misma seriedad
con la que trataríamos este mal en los seres humanos.
La
depresión en animales se caracteriza por una bajada en la actividad psíquica,
principalmente en el componente afectivo y la relación con sus dueños.
De acuerdo con la veterinaria y especialista
en conducta animal del Instituto integral de comportamiento y bienestar en el
perro, Susana Morillas, este trastorno responde a la falta de entendimiento
entre el animal y su dueño.
«La vida
que llevamos hoy nos deja poco tiempo para entregar a nuestras mascotas, los
dejamos mucho tiempo solos y desatendidos, y eso les afecta emocional y
psicológicamente», indica.
El
desorden emocional se presenta de manera alarmante en mamíferos como perros y
gatos, pero también en reptiles y aves.
Síntomas
de depresión
Morderse
las patas, lamerse recurrentemente una zona determinada del cuerpo, comerse las
uñas y mordisquearse la cola pueden ser la alerta para detectar una posible
depresión en el animal.
Las aves en cautiverio experimentan cuadros de estrés y depresiones severas principalmente por las condiciones de vida en las que se las tiene o por falta de actividad y aburrimiento. Éstas pueden llegar incluso a sacarse sus propias plumas y quedar completamente peladas.
Algunos
indicios de la depresión son la constante apatía que tendrá nuestra mascota, la
falta de ánimo para jugar, ausencia de apetito, muchas ganas de dormir o, por
el contrario, insomnio e hiperactividad.
El mayor
problema de este trastorno es que el animal, a diferencia de los humanos, no
puede comunicarse con sus dueños, ni explicar qué es lo que realmente le pasa,
entristece o molesta.
Generalmente
las mascotas atraviesan este complejo período porque existen factores como la
falta de atención, los malos tratos, cambios bruscos de rutina, la llegada de
un cachorro más joven a la casa donde ya existe un perro viejo o la muerte de
un ser querido para el animal.
«Este trastorno debe ser tratado con
medicamentos especiales, terapias de conducta y también es bueno enseñarles
tanto al dueño como a la mascota a socializar mejor, a cambiar el entorno que
provoca malestar en el animal y a manejar la ansiedad», afirma Morillas.
Si
ninguno de estos factores se presenta en nuestra mascota, quizás estemos frente
a una depresión endógena, que viene determinada por un componente genético, el
cual es más difícil de combatir, ya que al no ser un problema del entorno del
animal, difícilmente se puede modificar.
Los
expertos aseguran que la mejor manera de prevenir que nuestra mascota sufra
depresión y ansiedad es socializarlos desde que son pequeños, estar atentos
ante cualquier cambio en su conducta como la apatía, y no confiar en que con
sólo darle agua y comida el animal se mantendrá sano y feliz.
Fuente:
www.residenciaoasis.com